jueves, 28 de marzo de 2013

LOS MEDICOS DE LA GUERRA

LOS MEDICOS DE LA GUERRA
Santiago Ruiz G. 

El conflicto armado en Colombia ha convertido en zona de guerra a los centros de salud y hospitales del país. Pocas veces se reconoce el papel de los profesionales de la salud encargados de atender a las víctimas y pocas veces, el relato del conflicto armado se ha hecho basado en testimonios y experiencias de los médicos convertidos a la fuerza en médicos de guerra.

 “Si lo dejas morir te mato” Un médico intenta salvarle la vida a un integrante de las FARC que llegó herido al hospital. La situación podría ser similar a la de cualquier centro de salud, pero no es común pues en esta ocasión el médico tiene un fusil sobre su frente sostenido por otro guerrillero. La frente del herido esta húmeda por la agonía, la frente del guerrillero tiene sudor por el esfuerzo físico de haber cargado en sus hombros el cuerpo moribundo. Y por la frente del médico, bajan gotas de angustia tratando de salvar la vida de su paciente y la suya propia. “yo sabía que no era una buena forma de empezar el nuevo milenio” cuenta el Doctor Cruz cuando relata la experiencia que vivió en un municipio lejano de los llanos orientales en diciembre 31 de 1999 a las 11 :45 de la noche.

Los últimos años de la década del 90 representaron una etapa de recrudecimiento del conflicto armado. Las FARC estaban fortalecidas económicamente gracias a sus alianzas con el narcotráfico y tenían una zona de protección e inmunidad en la zona de distensión. Su presencia aumentaba en muchos departamentos al igual que la de los grupos paramilitares que empezaban su macabra historia.
Ese fue el marco en el que el Doctor Cruz llegó, recién graduado de una facultad de medicina de la capital, al municipio de San Juan del Sumapáz.
Sabiendo que era zona en conflicto nunca imaginó las experiencias que tendría que vivir a lo largo de sus doce meses de servicio social obligatorio.

Cuando se busca el municipio en la herramienta Google Earth, se resalta una zona de varios kilómetros entre los departamentos de Tolima, Meta y Bogotá. Nombrada como “Sumapaz National Park” podría confundir a cualquier navegante de Google y hacer pasar desapercibida su ubicación estratégica que lo convertía en un corredor importante para el grupo guerrillero. “se rumoraba que era la zona por donde entraría la guerrilla a tomarse la capital” comenta Cruz.

Para llegar al municipio hay que viajar 4 horas por carretera destapada saliendo por la localidad de Usme. El paisaje se enriquece con los fraylejones y lagunas que, con la vegetación, toman colores que se describen como alucinantes. Los paisajes en nuestro país también cumplen la función de calmar por breves momentos la angustia de quienes viven en zona de violencia.

El control guerrillero en la zona era total. El Doctor Cruz recuerda como al llegar con su maleta al hospital, recibió la visita de un jefe guerrillero quien le hizo las preguntas necesarias para poder descartar que se tratara de alguien del ejercito o algún infiltrado paramilitar. No había duda que esa zona era guerrillera.

Jaime Garzón fue Alcalde Menor de ese municipio. El Secretario de Gobierno de la localidad envió un comunicado pidiendo información sobre datos de prostitución en el municipio y Garzón contestó en un comunicado: “lamentablemente aquí solo están las putas FARC”.

Los primeros meses de trabajo de Cruz, fueron en relativa tranquilidad. Cuando la zona está bajo el control de uno de los actores, el contacto con la violencia se limita a atender a la población y a algunos heridos que alcanzan a refugiarse en el municipio. “los guerrilleros se enferman de lo mismo que cualquier otra persona” afirma. Los motivos de consulta son por enfermedades comunes, diarreas, gripas, deshidratación, paludismo y otras más.

Hacer una consulta médica a un guerrillero o a un paramilitar, es una experiencia que se convierte en común. No hay prevenciones, cada médico asume su responsabilidad y lo ve como parte de su trabajo. Carolina, trabajó en 1997 en el Urabá Antioqueño. “Era común atender paramilitares...la consulta se hacía con presión, generalmente llegaban mostrando sus armas y en ocasiones las ponían sobre el escritorio como maniobra de poder... yo nunca me dejé presionar y pensándolo ahora, fui imprudente, me enfrentaba con ellos y les decía que guardaran sus armas que conmigo eso no funcionaba”.

Una experiencia especial es cuando el hospital se convierte en el único refugio para ambos bandos. Carolina recuerda como, cuando había un enfrentamiento entre guerrilla y paramilitares, tenían que acondicionar dos espacios diferentes y separados para atender a cada grupo; “ los guerrilleros heridos entraban por un lado y los paramilitares heridos entraban por otro”, si no se tomaban esas precauciones, el hospital podía convertirse en un campo de batalla.

En su hospital se atendían muchos heridos producto de la “justicia” que ejercían los paramilitares, “llegaban muchos jóvenes con dedos y manos amputadas, al parecer, los paramilitares sabían que eran ladrones y era la forma de castigarlos”.  

Estar en zona de conflicto implica riesgos para todas las actividades y la medicina no es la excepción. Inclusive algunos contratos laborales incluyen una “póliza de riesgo” dentro de sus prestaciones. Cada hospital o centro de salud se asegura de tomar las precauciones necesarias. En algunas zonas se recomienda no dar los fórmulas médicas. Las indicaciones se escriben en la misma caja de la droga, “si encuentran una formula del hospital firmada por un médico, se puede interpretar como que son auxiliadores de la guerrilla” , explica el Doctor Cruz.

Después de unos meses de tensa calma en San Juan, surgió una nueva etapa en el conflicto, el objetivo de la quinta brigada del ejercito era cumplir con la retoma de zonas estratégicas para la guerrilla y se planeó la operación aniquilador II. “La misión de esta campaña consistió en operaciones de ocupación, registro, control militar del área en el área general del Sumapáz para neutralizar los corredores estratégicos y pretensiones de los grupos de las FARC, sobre la capital de la República” según se registra en la página de la quinta brigada.

Con esta campaña, los pacientes del hospital cambiaron, ya no eran los guerrilleros, ya desterrados de la zona. “las dificultades por el clima en la zona se notaban en la tropa, durante muchos días no se podían bañar y las epidemias de escabiosis (piojos) y sarna eran frecuentes en los militares” Las condiciones en que viven las tropas hace que un signo sencillo de enfermedad pueda desencadenar una epidemia en poco tiempo.

Eduardo, otro galeno, trabajó como médico en una base de la armada en 2009. Recuerda como una noche mientras dormía, atendió un llamado. Todos los médicos están acostumbrados a trabajar a cualquier hora de la noche, pero atender un llamado por un signo de rasquiña sólo se hace en la guerra. Este signo representaba la posibilidad de que un soldado tuviera varicela, una enfermedad viral que se contagia rápidamente. No hacer el diagnóstico esa misma noche aumentaba el riesgo de que toda la tropa se enfermara, como cuando tuvo que afrontar un brote de paperas que afectó a decenas de militares.

Las noches del Doctor Cruz eran largas e incómodas. Después de las 6 de la tarde nadie salía en el pueblo. Recuerda que los enfrentamientos eran frecuentes y rápidamente se acostumbró a usar la cama como trinchera y el colchón como cobija para protegerse. Esta costumbre hizo que el impacto de un cilindro bomba que cayó cerca del hospital fuera menor. Cuando se escode el sol la dinámica de la guerra cambia.

Alvaro, médico que trabajó en la base tres esquinas Caquetá en 1991, recuerda que la primera noche salió a fumar, seguramente para calmar la ansiedad de las nuevas responsabilidades que enfrentaba. No tuvo que esperar mucho tiempo para recibir su primera lección; en la guerra no se fuma de noche en sitios abiertos y está prohibido usar ropa de color claro. Estas dos conductas, naturales para un recién llegado, lo convertían en un blanco fácil para el enemigo.

Gabriel trabajó en Cumaral Meta en 1997. Describe como “escalonfriantes” las noches en que oía pasar un avión fantasma, se veían caer las bengalas que identificaban el objetivo y empezaba una cuenta regresiva de lentos segundos para el “bombazo” final que iluminaba la noche llanera.

Eduardo, desde una base de la Armada, vió la misma rutina con los bombardeos en los Montes de María en 2009. Cuando describe esa operación cambia la expresión de su rostro y la acompaña con un gesto de fuerza en sus manos, “era impresionante”. Queda evidente que es una experiencia difícil de olvidar y que muestra el poder de la guerra.

El Doctor Cruz renunció a su puesto en San Juan de Sumapaz y viajó a Lejanías Meta, un Municipio de dominio guerrillero. Con ese cambio tuvo que afrontar otro tipo de enfermedades, ya no se enfrentaba a las enfermedades comunes de las tropas, tuvo que atender los traumas de la guerra. Al llegar al pueblo, el escenario lo decía todo. Calles vacías, algunos sacos de arena de una antigua trinchera en la entrada del hospital y paredes con agujeros de bala que recordaban los enfrentamientos y la toma del municipio.

 Para él no es difícil acordarse de su primer paciente en su nuevo trabajo,“atendí a un guerrillero de unos 12 años con un trauma severo en la mano causado por una granada” A pesar de ser una herida compleja que debía ser atendida por un especialista, fue atendido en Lejanías. Por la organización del sistema de salud los pacientes de Lejanías que requieren de un especialista se remiten a Granada, municipio del Meta dominado por Para Militares. Enviar un guerrillero herido, al Municipio de Granada para continuar su tratamiento, significaba enviarlo a la muerte.

 El hospital tuvo que vivir el cierre del municipio por parte de la guerrilla durante dos meses. “en el Hospital no se sintió el paro, lo único que recuerdo de ese momento, fue que no llegaba más Coca Cola y tuve que tomar Pepsi, creo que todo fue planeado como un atentado contra mi...” dice el Doctor Cruz. mostrando que en las crónicas de guerra no se pierde el humor y algunas experiencias se convierten en motivo de risa.

 En el frente de batalla los alimentos son un botín. Alvaro recuerda como en la base de Tres Esquina se aproximaban a la pista aviones Hércules, y sin aterrizar, abrían las puertas y dejaban caer cajas con abastecimientos. “... de todo lo que caía lo mas apetecido era la Coca Cola...hacíamos fiesta cuando llegaba” Las experiencias mas difíciles son las que tienen que ver con la crueldad de la guerra.

Ninguno de los médicos de este relato estuvo en una toma o una masacre, pero no es difícil imaginar lo que hubiera significado para ellos haber presenciado alguna.

La red de salud del Meta estaba conectada por un sistema de radio. Gabriel médico de Cumaral en 1997, pudo oír la angustia de su colega en Mapiripàn. mientras ocurría la masacre; “...fue escalofriante por que el médico de Mapiripán hablaba por la central de radio, lo podíamos oír en los radioteléfonos de los hospitales...clamaba con angustia y se oían los disparos como fondo...”

 Una madrugada, Eduardo tuvo que ir a los Montes de María y vivir las consecuencias del bombardeo de la noche anterior, “ lo más impresionante es ver como algunos cuerpos quedan clavados en la tierra por la fuerza de la onda explosiva, es imposible sacarlos... pude ver algunos cadáveres con torniquetes improvisados en las piernas...en los últimos minutos de vida, esas personas trataron de controlar el sangrado de sus extremidades amputadas”.

 Una de las responsabilidades que tiene un médico rural es la de prestar la función de médico legista, y por eso tienen que hacer necropsias. Feliciano no hizo ninguna autopsia en ese año, a pesar de estar en una zona de conflicto. La pregunta que se hace es que pasa con los cadáveres de las víctimas?, la respuesta se tiene al hablar con Alvaro y sale otra evidencia de que los ríos de Colombia son grandes cementerios. “...era frecuente que por el río Ortegüaza bajaran cadáveres flotando”.

Eran cuerpos a los que les habían retirado todas las vísceras para reemplazarlas por piedras y así, lograr hundir el cuerpo, pero los peces y la humedad soltaban las cuerdas que cerraban el abdomen y regresaban los cuerpos a la superficie.

 Nicolás es el mas joven de los médicos de este relato. Su experiencia es importante por que muestra lo que puede ser una época de post conflicto. Terminó la universidad en 2003 y eligió un municipio cercano a Villavicencio pensando que la cercanía a una capital lo protegería de la violencia. Pero no fue así, se encontró con un municipio que lo llaman “el municipio milagro de Villavicencio” “..por que todo lo que se pierde en la capital aparece en esa población”.

Es el actual escenario de bandas organizadas que se han formado con grupos de desmovilizados, lo que lo convierte en un lugar de constantes enfrentamientos entre bandas emergentes. En su experiencia presenció ajustes de cuentas y combates, atendió heridos y salvó vidas. En un oportunidad estaba atendiendo a un delincuente y le pregunto de forma ingènua: “...bueno yo le salvé la vida, si nos encontramos en la calle no me va a robar, cierto?” , el paciente le respondió, “ doctorcito, su trabajo es salvar vidas, el mío es robar, usted hace el suyo y yo el mío”.
Esto le recordó como son los valores en la guerra.

 Al cumplir doce meses de trabajo, el Doctor Cruz terminó su año social obligatorio y regresó a Bogotá. No hubo despedidas, no le avisó a nadie que dejaba el cargo; “ ...en esas zonas muchas cosas se hacen en silencio, y siempre me recomendaron ser reservado”.

 Hoy el Doctor Cruz es médico de Urgencias, Carolina es psiquiatra y está esperando su primer hijo, Gabriel y Alvaro son ginecólogos, Eduardo y Nicolas esperan empezar su especialización. Todos tienen una visión diferente del país y entienden la guerra de otro modo, gracias a sus experiencias en zona de conflicto. Como ellos hay cientos de médicos trabajando en zonas de conflicto, tratando de disminuir el impacto de una guerra que afecta a todos por igual.

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